Nos consideramos los reyes del mambo, el top of the list de la naturaleza, pero en algunos campos estamos a la cola del reino animal. El olfato es uno de ellos.
Reconozcámoslo, nuestro olfato apesta, sobre todo si lo comparamos con el del perro. Algunos estudios han demostrado que los perros tienen una capacidad de respuesta increíble, en ocasiones y según el olor del que se trate, de hasta 1.000.000 de veces superior a la nuestra, sobre todo ante olores como el sudor, muy importante en su vida ‘social’. Siempre nos quedará el consuelo de que con otro tipo de olores no hay tanta diferencia, pero esto es así sencillamente porque esos otros olores ni les van ni les vienen para su supervivencia.
¿A qué se debe esta diferencia?
Mientras que la nariz de un ser humano tiene 5 millones de células sensibles al olor, la del perro tiene 120 millones. Una ligera diferencia…
¿Cómo funciona su olfato?
Cuando los perros olfatean, perciben su entorno como un paisaje de olores. Los perros pueden oler una parte de entre un trillón, que equivale a advertir una cucharada de azúcar diluida en dos piscinas olímpicas. Los perros separan el flujo de aire que les llega a la nariz en dos corrientes: una para respirar y otra para oler. Es decir, son capaces de hacer las dos cosas a la vez. Como todos sabemos y siempre nos recuerdan, los hombres somos incapaces de hacer dos cosas a la vez 😉
La explicación de esta virtud la tiene la evolución. La selección natural ha moldeado al perro de tal manera que sea capaz de detectar su presa por el olor a una gran distancia. El lobo (Canis lupus), que no es otra cosa que un familiar ancestral del perro (Canis lupus familiaris), es capaz de detectar el olor de un animal a favor del viento a más de 2 km.
Pero como el ser humano se supone que es más inteligente, ha intentado sacarle provecho a esta superioridad canina. Desde la búsqueda de personas desaparecidas, captura de delincuentes, localización de explosivos y de drogas, hasta otras más prosaicas como la búsqueda de trufas.
El olfato de los perros, una máquina perfecta
La nariz del perro es mucho más eficiente que cualquier máquina construida por el hombre para este tipo de tareas. Bajo un estricto adiestramiento se convierten en auténticos detectores de sustancias tóxicas, ilegales o explosivas. Pero también pueden salvar vidas de otra manera. En algunos diagnósticos médicos los canes pueden detectar que algo va mal a través del aliento del paciente.
Para que un perro aproveche todo su potencial olfativo es importante que no se exponga a olores que puedan alterarlo, como el humo, productos químicos nocivos, ácidos, etc. Y, sobre todo, ¡ejercicio! La búsqueda olfativa es un excelente ejercicio, no solo para mejorar este sentido, sino también como terapia para que nuestro fiel amigo refuerce su identidad canina. Siempre que este ejercicio no resulte agobiante para el animal, será beneficioso.
Podemos empezar con algo sencillo: poner alguna chuchería o comida en la habitación y hacerle que la busque. Si es necesario, guíalo hacia la comida. No olvides decirle “busca”. El siguiente ejercicio será idéntico pero sin la ayuda. A medida que vaya encontrando los objetos con mayor facilidad, aumentaremos la dificultad para ayudarle a mejorar su olfato. Recuerda que aunque forme parte de tu familia sigue siendo un animal, con instintos y necesidades primarias.