Adoptar un can con discapacidad auditiva implica poner en marcha una serie de pautas que facilitarán la convivencia
Como sabes por anteriores artículos, adoptar a una mascota con algún tipo de discapacidad -auditiva, motora, visual o psíquica- conlleva una serie de obligaciones y responsabilidades añadidas y un conocimiento previo de la especie en cuestión que no puedes perder de vista. Aunque ya te hemos hablado de las pautas generales que deberías poner en práctica con algunos de estos animalitos, hoy nos centraremos en los perros sordos. ¿Cómo educarlos?
En primer lugar, hemos de remarcar que la falta o deficiencias de audición no constituyen, ni mucho menos, demasiados “inconvenientes” prácticos. De hecho, los principios para entrenar y cuidar a un can que los padece no se alejan demasiado de aquellos que se siguen con los ejemplares sanos. Ahora bien, lo más probable es que tengas que insistir. El consejo básico es simple: encuentra una comunicación que vaya más allá de los sonidos. Sírvete de miradas, gestos, caricias y similares; muy útiles.
Así, la mayoría de peludos sordos poseen una habilidad mayor para aprender las señales de nuestra mano, los comandos que con ella le damos. El inconveniente es que no siempre todos los miembros del hogar se ponen de acuerdo en el signo en cuestión, una falta de coherencia que, obviamente, desconcertará a nuestro pequeño amigo y complicará que obedezca. Intentad establecer un consenso lo antes posible y cumplidlo a rajatabla.
Pero la visión no es el único sentido que nuestro can verá reforzado -de manera compensatoria y tal y como sucede con las personas con discapacidad- sino que su olfato también se afinará. De hecho, es probable que te enfrentes a otro problema añadido cuando intentes adiestrarlo: el de que mantener su atención durante un tiempo determinado con meros gestos resulta muy complicado. Y es en este punto donde entra en escena su hocico: utiliza la comida (y su aroma) como señuelo y refuerza sus comportamientos positivos. Se trata, en definitiva, del quid de la cuestión: lograr que relacione sus conductas con ciertas consecuencias (tanto buenas como malas).
No podíamos olvidarnos, por supuesto, del tacto. Al respecto, los collares vibradores -que no de descarga, que suponen una auténtica salvajada- pueden ser de gran utilidad. Este tipo de accesorio, como su propio nombre indica, tiembla como lo hace nuestro teléfono móvil. ¿El objetivo que se persigue con él? Lograr que la mascota identifique el temblor con nuestra llamada. Eso sí, ni se te ocurra darle estímulos contradictorios.
Otras recomendaciones concretas
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Sácalo a pasear siempre atado, en zonas tranquilas, y en un horario en el que las calles y parques no se encuentren demasiado concurridos. Aléjate de los lugares cercanos a grandes vías, carreteras y similares.
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Al llegar a casa y para que no se asuste, enciende y apaga las luces repetidamente. Conviértelo en un saludo. Si está dormido, evita tocarle.
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Realiza un seguimiento con el veterinario.
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No le grites, lo único que percibirá es tu lenguaje corporal agresivo y, en todo caso, no resulta de ninguna utilidad.
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Basa vuestra relación en el tacto: acaríciale con frecuencia y establece una comunicación saludable con él.
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Capta su atención con un láser o linterna.
Y recuerda siempre: la educación y convivencia con un perro sordo requerirá que pongas en el asador toda tu paciencia, pero también fortalecerá vuestros vínculos y resultará una experiencia tremendamente enriquecedora y gratificante (por no hablar del favor que le estás haciendo al peludo, cuyas posibilidades de adopción se ven mermadas como consecuencia de su discapacidad). Y tú, ¿estarías dispuesto a adoptar a un perro sordo?