Cómo elegir el transportín del gato


Además de garantizar el confort del felino, el transportín debería cumplir con ciertos parámetros de seguridad

De entre todas las costumbres y travesuras felinas adorables, seguro que has observado cómo a tu gato le encanta acomodarse sobre tu mochila, tumbarse sobre la funda del ordenador y pasarse horas mirando al infinito mientras en su “meditación” cubre de suaves pelillos estas bolsas. Incluso, si te has ido de viaje y has preparado la maleta frente a él, es probable que en algún momento haya saltado a su interior. ¿Por qué entonces cuesta tanto convencerle de que entre en su transportín? Quizás sea cuestión de asociaciones indebidas (al veterinario, por ejemplo) o, simplemente, de una mala elección de la bolsa de transporte. Descubre las premisas imprescindibles para elegir el transportín del gato acertadamente, un aspecto básico de cara a las próximas vacaciones.

Cómo elegir el transportín del gato

  • 1. El tamaño del animal y las dimensiones del transportín: antes de salir a comprarlo mide y pesa a tu gato para tener una referencia. El felino debería poder levantarse en su interior, rascarse, darse la vuelta, etcétera; en definitiva, sentirse confortable en el habitáculo.

  • 2. La clase, rígido o semirígido: para gatos pequeños un bolso semirígido que les permita moverse y acostarse como deseen (es muy flexible) resultará muy cómodo. Debería tener rebordes rígidos que lo estabilicen, por supuesto. Esta elección no será la mejor si a tu amiguito le gusta arañar. Descártalo también en el caso de que tu minino sea grande, pues te resultará muy complicado cargarlo al hombro y hasta podrías lesionarte. Algunos duros, de hecho, incluyen hasta ruedas.

  • 3. La duración del trayecto: para trayectos largos sería recomendable que optases por un transportín rígido, sólido, que garantizase la estabilidad del animal en todo momento. En el caso de los cortos, podemos ser más flexibles.

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  • 4. La forma: los hay tipo cesta, muy cómodos si tu peludo tiene sus reticencias para penetrar en él, ya que su apertura superior nos brinda la posibilidad de introducirlo por arriba cómodamente (si no se retuerce demasiado). Pesan menos que los tradicionales y las rejillas en la tapa garantizan la ventilación. También resultan más cómodos de llevar y cerrar que los típicos transportines rígidos que, en múltiples ocasiones acaban por desmontarse con nuestra mascota dentro (que, a continuación y por supuesto, huye despavorida).

  • 5. El cierre: en el caso de los transportines semirígidos las cremalleras suelen funcionar muy bien. Fíjate en que sean metálicas, dobles, en que se deslicen a la perfección y en que se queden fijas en el sitio. En caso contrario, unos pocos movimientos bruscos de tu gato le bastarán para escapar, una cuestión tremendamente peligrosa si nos encontramos conduciendo. En los rígidos, descarta las tapas desmontables que deban acoplarse a presión, ya estaréis lo suficientemente nerviosos como para tratar de encajar.

  • 6. La apertura: aunque lo más habitual es ver transportines con tapas desmontables delanteras (en el caso de los rígidos, especialmente) estas resultan muy incómodas para conseguir que el gato entre en el habitáculo o para cerrarlo sin que se salga.

  • 7. Limpieza: cuando más fácil de limpiar sea, tanto mejor para preservar la higiene y salud del animal.

  • 8. Bolsillos exteriores: más frecuentes en los transportines blandos, no resultan imprescindibles pero sí muy cómodos a la hora de llevarnos premios por si se ponen nerviosos, aerosoles de feromonas, pañales o empapadores, la cartilla de vacunaciones y otros accesorios.

  • 9. Asas y correas: que te permitan cogerlo cómodamente, que no dejen marcas en tus manos, que repartan bien el peso del transportín, etcétera.

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  • 10. Material: al margen de si optas por uno rígido u otro semi rígido, decántate por materiales no porosos, que no dejen filtrarse la orina (en el caso de que el animalito tenga un percance) o por aquellos que cuenten con una pátina protectora.

  • 11. Montaje: procura que sean fáciles de montar y desmontar. Los “blandos” pueden plegarse si se abren todas sus cremalleras mientras que los rígidos se desencajan en varias unidades (techo, cubeta y tapa de rejilla delantera). Los primeros ocupan menos espacio.

  • 12. Seguridad y normativa: que, obviamente, dependerá del trayecto, el medio de transporte, etcétera. Por ejemplo, según la International Air Transport Assotiation (IATA) el transportín ha de contar con el espacio suficiente para que el animal se mueva, ser fuerte y resistente, a prueba de fugas, con ventilación en un 16% de su superficie, contar con un recipiente para la comida y el agua y estar señalizado con una etiqueta en la que se lea claramente “animal vivo”.

    En términos más generales, evita los salientes en el plástico, las hendiduras en las que puedan quedarse enganchados, las rejillas demasiado estrechas que les impidan respirar o en las que sus garras se queden atrapadas.

Al margen de estas recomendaciones, es importante que acostumbres a tu mascota al transportín desde una edad temprana y que evites las asociaciones con el veterinario, las vacunas y otras experiencias “traumáticas”. Déjalo en un rincón de la casa al que tenga acceso, coloca premios, juguetes y prendas con tu olor en su interior y deja que lo conciba como uno más de sus espacios. Cuando lo cambies de sitio y lo pongas en la puerta, acabará por entrar él solo, ya que lo considerará de su propiedad.

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Águeda A. Llorca Bravo
Periodista y fotógrafa

mayo de 2015

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